Curso de Historia de la música

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La influencia italiana en la música del siglo XVII y XVIII

Institutioni barmoniche y la revolución musical: El legado de G. Zarlino

¡Hola, amantes de la música! Hoy vamos a viajar en el tiempo para hablar sobre la música de los siglos XVI y XVII. En el siglo XVI, la polifonía vocal alcanzó su apogeo con algunos de los grandes nombres de la música como Jorquin des Prés, Palestrina, Lasso y Victoria. ¡Pero eso no es todo! También hubo muchas novedades en este siglo, como el renacimiento del interés por la música de la antigüedad, el surgimiento del madrigal y el desarrollo de la música instrumental original.

En 1558, el teórico G. Zarlino, discípulo de Willaert, publicó su obra maestra, las Institutioni barmoniche, que fue la primera gran obra científica de la época moderna. Esta obra se centraba en las teorías de los acordes mayores y menores, el contrapunto doble, entre otros.

En el siglo XVII, algunos países empezaron a alejarse del contrapunto y adoptaron el estilo monódico, tomado del madrigal. Esto provocó una mayor distancia entre el estilo polifónico de Josquin y el estilo dramático del madrigal. Sin embargo, en el siglo XVI también surgieron nuevas formas musicales y, más tarde, dieron lugar a la ópera.

Uno de los teóricos más importantes de principios del siglo XVII fue P. M. Mersenne, autor de la Harmonie universelle, que resumió y aclaró toda la ciencia musical de su tiempo en Francia. Mersenne fue corresponsal de otros grandes nombres de la época como Mauduit, Huygens, Titelouze, Boesset y Descartes.

¡Y ahí lo tienen! La música del siglo XVI y XVII fue una época fascinante de desarrollo y creación musical. Espero que hayan disfrutado de este breve recorrido por la historia de la música.

Del recitativo al aria: explorando las nuevas formas de música vocal

Hoy vamos a hablar de las formas nuevas que enriquecieron y renovaron la música vocal e instrumental en el siglo XVII. Los compositores del siglo XVI ya habían hecho un buen trabajo, pero ahora era el momento de darle a la poesía el lugar que merecía. El estilo recitativo y el dramático se cultivaron y se introdujeron nuevas formas como la melodia acompañada, el recitado cantado y el aria, ¡sí, el aria! Que se convirtió en la favorita de todas.

Los artistas del siglo XVII querían copiar servilmente la música de los griegos y la tragedia antigua, por lo que crearon los coros, los intermedios para instrumentos y, ¡atención!, la ópera. Al principio, la ópera era una pastoral, una alegoría o una comedia que se declamaba sobre recitativos, pero luego se convirtió en una serie de actos cantados con orquesta, coros y danzas. ¿A quién no le gusta una buena ópera?

Pero eso no es todo, amigos. También tenemos la cantata, una forma de drama sin acción que se presenta a una o varias voces, con mezcla de aires variados y recitativos. Esta forma, al igual que la ópera, a menudo presenta un carácter sagrado, al estilo de los laudi spirituali que se ejecutaban en el siglo XVII ante el pueblo a modo de espectáculo moralizador.

Además de las formas vocales, la música instrumental también se enriqueció con nuevos géneros, y aquí es donde entra la música de danza. ¿A quién no le gusta una buena danza? Las formas complejas surgieron del ballet, como la suite para instrumento u orquesta, sucesión de danzas de ritmos diferentes pero en la misma tonalidad. Y no olvidemos mencionar la obertura francesa para instrumentos, que reunía una introducción grave de ritmo binario con un allegro a menudo fugado y de ritmo ternario.

Casi al mismo tiempo, apareció en Francia y, sobre todo en Italia, el trío (dos violines y un bajo o continuo), que debía desembocar en la canzon sonata y luego en la sonata. La sonata se presentó en dos formas: la sonata de cámara, con movimientos separados de danza, y la sonata de iglesia, compuesta de piezas de música pura, con alternancia de tempi lentos y vivos y escritos ya en estilo fugado.

Así que ahí lo tienen, amigos. ¡La música del siglo XVII es pura emoción y diversión! ¡Nunca te aburrirás con tanta variedad! ¡Ahora, si me disculpan, tengo que ir a practicar mi chacona favorita! ¡Nos vemos!

La música dramática

La ópera italiana del siglo XVII: ¡Cuando la música se encontró con el teatro y la poesía!

¡Hoy hablaremos sobre la ópera italiana del siglo XVII! La ópera, como algunos de ustedes ya saben, es un género musical que combina música, teatro y poesía. ¡Y sí, la ópera se originó en Italia! ¡Así es, en Italia! ¡Florencia, para ser exactos! Fue allí donde un grupo de artistas se reunió en casa del conde G. Bardi para crear lo que se conocería como la «música representativa».

Fue en 1600, en Florencia, donde se presentó la primera obra de ópera en el mundo: Euridice. Después de eso, la ópera se convirtió rápidamente en un gran éxito en Italia. Artistas como Caccini y Cavalieri introdujeron el recitativo y el drama en la música italiana, creando así la ópera tal y como la conocemos hoy en día.

Más tarde, la ópera se trasladó a Roma, donde se convirtió en una acción de gran espectáculo que necesitaba puestas en escena complicadas, decorados magníficos y numerosas maquinarias, de las cuales dotan al teatro los Barberini. Fue allí donde compositores como Virgilio y Domenico Mazzocchi, S. Landi, M. A.. Rossi, Luigi Rossi y L. Vittori, determinaron el éxito de las primeras óperas romanas y prepararon el camino a la ópera bufa con la introducción de escenas cómicas en el drama.

Pero el músico que realmente hizo triunfar la ópera florentina y romana en Venecia fue Claudio Monteverdi, quien compuso Orfeo en 1607 y Ariana en 1608. Monteverdi utilizó principalmente el recitativo para expresar todos los sentimientos del alma humana y logró el triunfo de la ópera histórica en Venecia con su obra maestra, La Coronación de Poppea.

Así que chicos y chicas, la ópera italiana del siglo XVII fue un género musical muy emocionante que combinaba música, teatro y poesía. Desde su creación en Florencia hasta su evolución en Roma y Venecia, la ópera italiana fue una forma de arte que continuó desarrollándose y cambiando a lo largo de los siglos. Y gracias a artistas como Monteverdi, todavía podemos disfrutar de la ópera hoy en día.

La ópera en Francia: una historia llena de drama y emoción

Hoy vamos a hablar sobre la ópera en Francia, una historia emocionante y llena de intrigas musicales.

Sabemos que la ópera italiana fue popular antes en otros países que en Francia. Pero, a pesar de ello, Lully, Rossi, C. Caproli y Cavalli establecieron las bases principales de la ópera francesa.

Antes de la ópera, en Francia existía el ballet de corte desde 1581, que era una especie de ópera-ballet avant la lettre. Esta forma de arte reunía elementos como entradas de carácter, cuadros mímicos, relatos, aires de corte, danzas, coros, etc., y exigía toda una maquinaria. El aire de corte, acompañado por las voces o por los instrumentos (laúd) y cuya relación con la canción para laúd debe señalarse, tuvo un lugar importante en la ópera francesa. Hasta la llegada de Mazzarino, el género ballet solo había sido cultivado en Francia por los franceses: Pierre Guédron (? 1620), G. Bataille (? 1630) y Antoine Boesset (? 1643), este último autor de las famosas colecciones llamadas Airs de cour.

En 1647, Mazzarino atrajo a la corte a L. Rossi, quien hizo representar su Orfeo, y después a Cavalli, que presentó su Xerse (1660). La ópera nacional francesa estaba a punto de constituirse. El poeta P. Perrin y el músico Robert Cambert colaboraron y ofrecieron Pastorele en 1659 y luego Pomone en 1671. Mientras tanto, Luis XIV inauguró la Academia Real de Música y Perrin fue el encargado de dirigirla, aunque sólo por un tiempo.

Pero la historia se pone interesante cuando entra en escena el florentino Juan Bautista Lully, uno de los «violines» de la música del rey y naturalizado francés en 1661. Lully se convirtió en superintendente de la música de cámara del rey en 1661, y aprovechó las dificultades entre el grupo Perrin-Cambert y sus comanditarios Sourdéac-Champeron para comprar el cargo de Perrin en 1672.

Lully era un titiritero y violinista formado por maestros franceses. Antes de la ópera, su nombre estaba ligado al ballet y a los aires de estilo italiano que escribía desde 1653. Después de la Eglogue de Versailles (pastoral) y de Psyché (pieza con la cual Lully se esforzó por competir con la Pomone de Perrin), abandonó el género de la «comedia-ballets por las tragedias y óperas que compuso sobre libretos de Quinault y Thomas Corneille. Las principales datan de 1673 a 1687 y son: Cadmus, Alceste, Thésée, Atyr, Isis, Psyché, Bellerophon, Proserpine, Persée, Phaeton, Amadis, Roland, Armide, Acis et Galatée.

Con el tiempo, la ópera francesa evolucionó hacia formas más ligeras y elegantes, alejándose de la grandiosidad y seriedad de los primeros tiempos. El siglo XVIII vio el auge de la ópera cómica, con compositores como Rameau y Grétry creando obras populares y alegres que cautivaron al público. La Revolución Francesa trajo consigo un cambio en el gusto musical, y la ópera fue vista como un arte elitista y aristocrático. Sin embargo, la ópera francesa ha sobrevivido y sigue siendo una parte importante del patrimonio cultural francés, con obras de Bizet, Gounod y Massenet siendo interpretadas en todo el mundo. La ópera francesa ha dejado una huella indeleble en la historia de la música y ha influido en muchos otros géneros y estilos musicales.

De Purcell a los Singspiel: Un viaje musical operístico por los países del Norte

Seguimos con la ópera en los países del Norte, y no me refiero a los que usan abrigos de piel y gorros de lana, sino a países como Inglaterra, Alemania y Austria. En Inglaterra, el más grande de todos los músicos ingleses fue Henry Purcell, que aprendió mucho de los italianos y franceses, pero sobre todo era un tipo apasionado que no tenía miedo a las disonancias más sutiles. Además de escribir música religiosa, también escribió para el teatro, y su obra maestra es El rey Arturo.

La ópera italiana también tuvo su influencia en Alemania, y la primera ópera que se conoce se representó en 1627. Pero fue Reinhard Keiser quien resumió y dominó la escuela de compositores dramáticos alemanes en los últimos años del siglo XVII y principios del siglo XVIII. ¡Este tipo escribió 116 óperas! También fue uno de los precursores del Singspiel, que es una comedia lírica. Y con eso amigos, ¡les dejo para que sigan disfrutando de la música!

¡Música y drama en el Siglo de Oro español! Descubre la increíble obra de Lope de Vega y Calderón con la música de J. Hidalgo

En el siglo de oro español, grandes poetas como Lope de Vega y Calderón crearon obras dramáticas acompañadas por la música de J. Hidalgo. ¿Qué tipo de música? Pues de todo un poco: prólogo, obertura, ballet, recitativos y aires. ¡Hidalgo sabía cómo hacer vibrar al público con su música!

Pero eso no es todo, amigos. En España también se desarrolló la zarzuela, una ópera cantada a la italiana con influencias nacionales y italianas. ¿Qué pasaba en la zarzuela? ¡De todo! Canto, discurso, comedia… ¡era un espectáculo completo!

En el siglo XVIII, la tonadilla se convirtió en la nueva estrella de la música dramática española. Este intermedio cómico incluía pasajes sinfónicos, danzas, aires y recitativos, y destacaron en su creación los catalanes L. Mison, P. Esteve, ¡y muchos más!

La música religiosa

Sacra música italiana del siglo XVII: no aburrida, ¡sino dramática!

Hoy vamos a hablar sobre la música sacra en Italia durante el siglo XVII, y vamos a tratar de hacerlo de una manera un poco más divertida que lo que se puede encontrar en los libros de texto tradicionales.

Primero, es importante saber que existen diferentes formas de música sacra, como la cantata, el oratorio y la ópera. Y a veces, puede ser difícil distinguir entre ellas, como sucede con la representación sagrada de Cavalieri.

Pero hoy nos vamos a centrar en el oratorio, que es una forma de música sacra que se escribe sobre un libreto en lengua vulgar o sobre pasajes de la Biblia en lengua latina. Y el maestro que mejor cultivó este género en Italia fue Giacono Carissimi, quien hizo pasar a la música religiosa «una declamación viva y expresiva». ¡Vamos, que no era una música aburrida para nada!

Carissimi escribió 16 oratorios o historias sagradas, como Job, Ezechia, Jephté, Abraham, el Juicio de Salomón y el Juicio Final. Pero lo más interesante es que su música era dramática y destacaba las voces de los cantores por encima de todo, sin utilizar mayormente los coros. ¡Qué talento tenía este hombre para dar vida a la música sacra!

Además de Carissimi, otros compositores italianos como Viadana, Monteverde, Cavalli, Legrenzi, Stradella, Scarlatti, Durante y Pergolesi también renovaron el estilo religioso en Italia. Y aunque cada uno tenía su propio estilo, todos compartían la habilidad de combinar la melodía napolitana con el riguroso contrapunto de la escuela romana.

Por ejemplo, Durante es considerado el más profundo de todos estos maestros, y sus misas, salmos y lamentaciones muestran una flexibilidad de la melodía napolitana con un riguroso contrapunto. ¡Muy impresionante!

Y finalmente, no podemos olvidar al veneciano Vivaldi, autor de misas, motetes y oratorios, que sirvieron de ejemplo a Bach. Y las admirables cantatas de Scarlatti también fueron una gran influencia en la evolución de la música religiosa del siglo XVIII.

La ópera clásica en Francia: una influencia transalpina en el siglo XVII

Hablemos de la ópera clásica en Francia en el siglo XVII, y cómo esta experimentó fuertemente el nuevo gusto, los procedimientos y el estilo del otro lado de los Alpes. Pero no todo fue igual, la música religiosa en la segunda mitad del siglo tomó un camino diferente, abriendo camino a un género sensiblemente alejado de la cantata y del oratorio: el gran motete con solistas, coros, instrumentos e interludios sinfónicos.

Pero no todos siguieron fieles a la polifonía a cappella, algunos partidarios de la nueva fórmula como Et. Moulinié, Epilly, Veillot, Mignon y especialmente los pasantes de la capilla real Pierre Robert y Henri Du Mont, autor de nobles motetes líricos a dos coros e instrumentos de 5 Misas en «canto llano musical»>, de pequeños motetes a 2, 3, y 4 voces sobre bajo continuo.

Sin embargo, Marc-Antoine Charpentier se convierte en defensor de un lenguaje más colorido, más humano y atormentado, que se enriqueció con las fórmulas armónicas o melódicas tomadas a Italia. Con una amplia producción de cantatas, historias sacras (u oratorios), 8 misas concertantes, un Te Deum, un Magnificat, Lecons de ténèbres y motetes, aparece como uno de los genios más personales de fines del siglo XVII.

Michel Delalande, el superintendente de la música y pasante de la capilla del rey, se convierte en su continuador y convierte al motete religioso en un todo de real poder expresivo y dramático. Ciertos motetes como el De Profundis, el Usque quo, el Miserere y el Beati omnes se colocan en la cumbre de la producción francesa por el vigor, el brillo de la escritura polifónica, la poesía de ciertos relatos y la flexibilidad melódica de sus dúos y tríos. ¡El vuelo de ciertos coros anuncia ya a Haendel!

Después de Delalande hay que citar a A. Campra, Nicolas Bernier, Henri Desmarets, Sébastien de Brossard, Jean Gilles, F. Couperin y Esprit Blanchard, quienes siguieron la tradición de Versalles y contribuyeron a la producción de motetes de penetrante emoción o de orgulloso vuelo. ¡Así que ya lo saben, la música francesa del siglo XVII no se queda atrás!

De Heinrich Schütz a Bach: la evolución del oratorio alemán

¡Amigos, amigos, llegó el momento de hablar sobre la música alemana del siglo XVII! ¡Y qué mejor manera de empezar que hablando de Heinrich Schütz! Este señor, que estuvo trabajando con el famoso G. Gabrieli en Venecia, se convirtió en el jefe de capilla en Dresde y viajó varias veces a Copenhague. Schütz es conocido como el creador del oratorio alemán y transformó la música religiosa alemana al simplificar las reglas del nuevo estilo monódico y dramático que aprendió en Italia. ¡Impresionante, verdad!

Schütz no solo escribió Cantiones Sacrae y Symphoniae Sacrae, sino que también compuso Conciertos Espirituales, que son cantatas en las que se alternan voces, coros e interludios para instrumentos de orquesta. Además, su música es sorprendentemente realista, utiliza el recitativo con mesura y sabe ser grande, rudo, profundo y lírico. ¡Incluso escribió el Oratorio de Navidad y el Oratorio de Pascua, motetes, salmos, cantos espirituales, las Siete Palabras de Cristo y cuatro Pasiones de verdadera fuerza dramática, que anticipan el arte de Bach!

Pero Schütz no es el único músico de la época que brilló en Alemania. La cantata de iglesia también tuvo otros grandes representantes como H. Schein, Hammerschmidt, Tunder, J. R. Ahle, J. Sebastiani y Erlebach, quien practicó un arte profundamente expresivo y conmovedor. ¡La música religiosa también se honra con otro gran nombre, el del danés Dietrich Buxtehude! Como organista de la Marienkirche de Lübeck, dejó toda una serie de cantatas escritas con la intención evidente de atraer al pueblo a la música. Sus obras están llenas de firmeza en el estilo, riqueza en el discurso musical y una imaginación a veces desbordante. ¡La música alemana del siglo XVII es sin duda un tesoro!

La música española en el siglo XVII: sobreviviendo sin fuego pero con excelentes polifonistas

A diferencia del siglo XVI, en el que la música estaba ardiendo con compositores de fuego, en la Península Ibérica subsisten excelentes polifonistas en el siglo XVII. Estos maestros eran adjuntos a las grandes catedrales o abadías, y algunos de los más destacados fueron M. Romero y Patiño en Madrid, Aguilera de Heredia, B. Comes y G. Bahan en Valencia, y Juan Pujol en Barcelona.

Sin embargo, pronto comenzó a surgir un problema: la pedantería conservadora y el italianismo decadente, que comenzaron a infiltrarse en la música religiosa. Y así, el estilo de la ópera empezó a invadir la música religiosa de la península. ¡Vaya desastre!

Pero no os preocupéis, la música española se recuperó rápidamente con la llegada del Barroco. En ese momento, surgieron grandes compositores como Tomás Luis de Victoria y Juan Cabanilles, que trajeron de vuelta la grandeza de la música religiosa española.

La música instrumental

Descubriendo la explosiva creatividad musical del siglo XVII en Italia

Hoy hablaremos de la renovación musical en el siglo XVII en Italia. ¿Sabías que este fue un período lleno de originalidades y que la música del siglo XVI sentó las bases para lo que se desarrollaría en el siglo XVII? Los instrumentos que se adelantaron a los demás y establecieron ciertos procedimientos de escritura fueron el laúd, el órgano, el violín y el clavicímbano.

La influencia de la danza también es muy clara en esta época. En toda Europa, la melodía acompañada expresiva tendía a imponerse victoriosamente sobre la polifonía tradicional. Las primeras formas que aprovecharon estas conquistas fueron la suite, la sonata, la canzone y el concierto.

El órgano italiano, que en el siglo XVI fue un instrumento bastante reducido, fue llevado a un gran nivel en el siglo XVII gracias a Girolamo Frescobaldi, quien fue considerado el más gran virtuoso de su tiempo y dejó una obra impresionante para su instrumento.

En la segunda mitad del siglo XVII, el violin (violino, viola pequeña) se convirtió en el rey de los instrumentos. Se originó en la viola y en la lira, instrumentos de arco que gozaron de favor en la Edad Media. Los primeros violines se remontan a comienzos del siglo XVI. En los siglos XVII y XVIII, este instrumento fue llevado a un alto grado de perfeccionamiento por los laudistas Guarneri, Amati y Stradivarius.

En la música de cámara, brillan Salomone Rossi, Biagio Marini, G. Legrenzi, G. B. Vitali, G. B. Bassani, G. Torelli y Arcangelo Corelli, quien es conocido por haber creado las primeras obras maestras del género de la sonata.

¡Deja que el virtuosismo te inspire! Explora la música para clavecín y órgano en Francia en el siglo XVIII.

Vamos a hablar sobre algunos de los grandes músicos del clavecín y órgano del siglo XVIII en Francia. ¿Alguien ha oído hablar de François Couperin el Grande? ¡Vaya que es interesante! Nació en París y fue alumno del organista de la capilla real Thomelin. Couperin fue un virtuoso del teclado y compuso cuatro libros de piezas para el clavecín, que llamó Ordres. Su obra es una mezcla de la tradición francesa y la italiana y se caracteriza por su equilibrio y elegancia refinada. Además, escribió sainetes y acciones para ilustrar su música.

Pero Couperin no fue el único gran músico de la época. También tenemos a Fr. d’Andrieu, organista de la capilla real, A. Dornel, E. Jacquet de La Guerre, L. Nicolas Clérambault, N. Siret, Gaspard Le Roux y Ch. Dieupart, quienes escribieron suites ligeras y virtuosas para el clavecín con influencias francesas e italianas.

Todos estos músicos no solo escribieron para clavecín, sino también para órgano. De hecho, la mayoría de los artistas de la época escribieron para ambos instrumentos. Tomaron el esquema de la suite para sus composiciones, que incluían preludios, recitativos y diálogos. Además, los organistas de la época dejaron obras impresionantes para el gran órgano de iglesia, como Jehan Titelouza, Louis Couperin, Roberday, J. Boyvin, N. Lebègue, G. G. Nivers, N. de Grigny, André Raison, L. Marchand y P. Du Mage.

En resumen, la música para clavecín y órgano en Francia en el siglo XVIII fue una verdadera joya, llena de elegancia, refinamiento y virtuosismo. ¡Así que siéntanse inspirados y salgan a crear su propia música con estilo francés!

Los organistas más innovadores de los Países Bajos y Alemania

¡Hola chicos y chicas! Hoy vamos a hablar sobre algunos de los músicos más importantes del siglo XVII en los Alemania y Paises Bajos. ¿Alguno de ustedes ha oído hablar de M. Franck o de S. Scheidt? Estos dos músicos fueron muy importantes en su época, y sus obras son aún muy apreciadas hoy en día. Además, gracias a músicos como Schmelzer y Rosenmüller, la música orquestal de la época se volvió más rica y emocionante, con nuevas sonoridades e influencias italianas. También debemos mencionar a grandes virtuosos del violín como N. A. Strungk y J. P. von Westhoff, cuyas sonatas para violín son increíblemente bellas.

¡Pero espera! ¡No olvidemos al laúd! Este instrumento sigue siendo muy popular en la época, y músicos como Reusner y J. Bittner crearon suites de danzas maravillosas para él. Los instrumentos de viento también tuvieron un papel importante, gracias a compositores como J. C. Petzold y Schmelzer, quienes incorporaron trombones y trompetas en sus sonatas.

Por supuesto, no podemos hablar de música del siglo XVII sin mencionar la escuela de clavicémbalo y órgano de los Países Bajos y Alemania. Los organistas de Amsterdam, J. P. Sweelinck y S. Scheidt, fueron figuras clave en esta escuela, y sus composiciones para órgano y clavicémbalo son increíblemente emocionantes. También debemos mencionar a músicos como H. Scheidemann y J. Practorius, así como a Nicolas Bruhns, un virtuoso del violín.

Finalmente, hablemos de J. Froberger, quien fue uno de los músicos más innovadores de su época. Froberger viajó por toda Europa, desde Roma hasta París y Londres, y su música refleja estas influencias. Sus improvisaciones libres y atrevidas para órgano son increíblemente venecianas, mientras que sus suites para clavecino son elegantes y simples a la vez. En resumen, el siglo XVII fue una época emocionante y variada para la música, y estos músicos fueron algunos de los más importantes de su tiempo.

¡Bach, el último gran maestro! La transición de la polifonía al clasicismo

¡Hola a todos! Hoy hablaremos sobre uno de los músicos más geniales de la historia, Juan Sebastián Bach. Pero antes de llegar a él, debemos recordar a los maestros del siglo XVII que pertenecían a las escuelas alemana, italiana, inglesa, francesa y española. Estos músicos fueron los creadores del lenguaje moderno que se impuso años después.

Sin embargo, fue Bach quien llegó a ser un maravilloso final del siglo XVII. Él fue capaz de no sólo asegurar la transición del mundo de la polifonía declinante al del clasicismo ascendente, sino también de permitir el florecimiento del clasicismo en sí mismo. Sin él, no habríamos tenido a grandes artistas como Leclair, Telemann, Haydn o Mozart.

Pero, ¿qué hay del siglo XVII? No debemos pasar por alto su importancia, ya que fue el momento en que la polifonía se extinguió. Fue aquí donde se elaboraron todas las reformas y donde nacerían elementos tan revolucionarios como el bajo cifrado, la fuga instrumental, el motete concertante y el allegro con dos temas.

Además, contrario a lo que muchos creen, el siglo XVII no fue una época estancada e ignorante de otras escuelas nacionales. Fue una época privilegiada que favoreció los contactos más diversos entre los artistas y que fue testigo de una interpenetración espiritual y técnica que llevaba en sí al porvenir. Los italianos fueron a trabajar a Francia, los alemanes tomaron lecciones de Lully, y así sucesivamente.

Y fue el genio de Bach el que vino a realizar la síntesis de estas escuelas e idiomas, los cuales intentaban ya fusionarse. ¡Así que no olvidemos el importante lugar que tiene el siglo XVII en la historia de la música!