Curso de Historia de la música

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De Gounod, Franck y Saint-Saëns a Fauré, Debussy y Ravel: ¡la supremacía francesa sigue en pie!

Del Caos a la Creatividad: El Renacimiento Musical en Francia

Hoy les voy a contar una historia muy interesante sobre el renacimiento de la música en Francia. Después de la muerte del gran Rameau, la música francesa pasó por un período de decadencia que duró todo un siglo. Pero no todo estaba perdido, jóvenes, porque en la mitad del siglo XIX empezó a surgir un nuevo movimiento musical gracias a artistas que se inspiraron en genios como Beethoven, Schubert y Wagner.

Pero, ¿qué había pasado en Francia para que la música llegara a ese punto? El teatro con sus arias y efectos fáciles y vulgares habían extinguido toda fuente de inspiración generosa en el país. ¡Qué tristeza, jóvenes! Pero todo cambió con el renacimiento del arte dramático y el nacimiento de un arte sinfónico. Sí, la música «pura» y de concierto que poco a poco se alejó de la influencia wagneriana y retomó la tradición de Couperin y Rameau.

Pero, ¡cuidado! El hechizo wagneriano no duró para siempre, y pronto un movimiento llamado «impresionista» surgió para devolver la escuela francesa al lugar que había tenido antiguamente. Y fue gracias a poetas como Fauré y Debussy y más tarde Ravel y Roussel que la supremacía francesa en la música se consolidó entre las guerras mundiales. ¡Qué interesante, jóvenes! La música francesa renació de sus cenizas y se convirtió en una de las más influyentes de la época.

La vida musical de Charles-François Gounod: desde el primer premio de Roma hasta su legado

Gounod

Charles-François Gounod. Nacido en París en 1818, este genio obtuvo el primer premio de Roma en 1839 y desde ahí, comenzó a crear una gran variedad de obras.

Gounod se inició en el arte de Palestrina y, posteriormente, descubrió a Schumann y a Berlioz. Aunque sufrió algunas decepciones en el teatro con Sapbo (1851), La nonne [monja] sanglante (1854) y Le médecin malgré lui (1858), su obra maestra, Fausto, data de 1859 y es conocida por la justeza de su declamación, la naturalidad de su acento y la poesía que la caracteriza.

A pesar de que no tuvo tanto éxito con obras como Philémon et Baucis (1860), La reine de Saba (1862), Mireille (1864) y Roméo et Juliette (1867), después de la guerra de 1870 se refugió en Londres y se dedicó al oratorio. Tobie, Mors et vita, Rédemption fueron tan bien acogidos como su Messe à Jeanne d’Arc.

Gounod fue un poeta que reaccionó contra el arte de Mayerbeer y aunque mostró algunas debilidades, influyó en sus contemporáneos tanto por su música religiosa (13 misas, motetes, 2 Requiem) como por sus melodías elegantes. Fue uno de los compositores que contribuyeron a impulsar la música francesa por un camino más noble y la ayudaron así a fijar su destino.

No podemos dejar de mencionar sus hermosas melodías como Venise, Le soir, Sérénade, Le vallon, algunas de las cuales surgieron de la romanza y que anuncian a Fauré. Gounod también escribió dos sinfonías en 1855, las cuales son una muestra más de su gran talento.

Música clásica y diversidad: la obra de Saint-Saëns

Saint-Saëns

El gran Camille Saint-Saëns. Este chico era un prodigio de la música, ¡tan precoz como Mozart! Nació en París en 1835 y falleció en Argel en 1921, pero dejó un legado musical que sigue inspirando a muchos hasta el día de hoy.

Saint-Saëns era un gran amante de la música clásica y su maestro, Stamaty, le enseñó todo lo que necesitaba saber para convertirse en un pianista virtuoso y organista reputado. También fue profesor en la Escuela Niedermeyer y sus alumnos (como Fauré y Messager) aprendieron sobre las obras de Bach, Haendel, Rameau, Gluck y Mozart, ¡qué combinación tan deliciosa!

Aunque era un clásico, Saint-Saëns no se limitó a la música barroca y clásica, también exploró otros géneros y creó una obra muy diversa. Sus sinfonías, música de cámara, poemas sinfónicos, oratorios y óperas son un testimonio del cuidado que siempre tuvo por la forma, el equilibrio y la claridad. Siempre se mantuvo fiel a su estilo y su espíritu predomina sobre el corazón.

Aunque no era muy fan del romanticismo, logró crear una gran obra maestra en su tercera sinfonía de 1886, ¡con órgano incluido! También creó una gran cantidad de obras para piano, violín y otros instrumentos, ¡un verdadero enciclopedista musical! Pero no se preocupen, ¡también tenía un lado divertido! ¿Alguno de ustedes ha escuchado su «carnaval des animaux» de 1886? ¡Es una pieza muy divertida!

Saint-Saëns fue uno de los creadores del poema sinfónico francés y uno de los maestros en el arte de la orquestación. Tomó de los clásicos la elegancia de la escritura y el conocimiento del contrapunto, lo que lo convierte en un artista sincero y un improvisador de fecundidad prodigiosa. Pero ojo, a veces su ciencia perfecta parece negarle lugar a la emoción.

La vida y obra de Georges Bizet: un legado musical impresionante.

Bizet

¡el gran Georges Bizet! Él era un francés nacido en París y vivió una vida interesante, incluso su muerte fue misteriosa. Pero lo importante es que nos dejó un legado musical impresionante.

Bizet era un genio de la ópera y libertó este género con su obra maestra, Carmen. Pero antes de eso, escribió otras óperas muy chulas como Les pêcheus de perles y La jolie fille de Perth, y también una obra llamada Djamileh.

Pero no solo era bueno en ópera, ¡también escribió unas cincuenta melodías, una graciosa suite a cuatro manos llamada Jeux d’enfants, una Sinfonía en do mayor y una suite sinfónica llamada Roma! ¡Uff, vaya lista!

Una de sus obras más famosas, L’Arlésienne, es una mezcla perfecta de colores y expresiones que solo un genio como Bizet podría haber creado. Y con Carmen, ¡marcó el nacimiento de una ópera cómica realista y poderosamente evocadora!

Lo más interesante es que, al introducir en la música francesa a España con toda su verba apasionada, Bizet abrió un nuevo camino para sus contemporáneos. Así que si alguna vez has escuchado música francesa con toques españoles, ¡debe su origen a este genio musical!

Descubriendo el genio místico de César Franck

César Franck

César Franck, un compositor francés que nació en Lieja en 1822 y murió en París en 1890. Franck pasó la mayor parte de su vida en París, donde fue organista en Sainte-Clotilde y profesor de órgano en el Conservatorio.

Este genio musical era un improvisador natural y admiraba a Bach, pero su mayor influencia fue Beethoven, del que tomó la forma de la gran variación. Franck era un místico que encontraba en su fe serena la fuerza de su genio, lo que le llevó a crear una serie de obras maestras que dejaron huella en la música francesa.

Franck escribió música para iglesia, orquesta, piano y música de cámara. Algunas de sus obras más destacadas incluyen los oratorios Ruth, Redención, Las beatitudes, Rebecca, las Seis Piezas y las Tres Piezas para órgano; para orquesta, Las Eólidas, El cazador maldito, Los Djins, Psyche, poemas sinfónicos, las Variaciones sinfónicas y la Sinfonia; para piano, Preludio, coral y fuga y Preludio, aria y final; y su música de cámara incluye tres trios, un quinteto, la célebre Sonata para piano y violín y el cuarteto.

Franck renovó y depuró la música francesa de órgano, amplió el marco de la música para piano y sentó las bases de una nueva música de cámara. Su pensamiento contemplativo se expresó a veces en la melodía y encontró en el oratorio la forma en que sobresalió el autor.

La música de Franck se caracteriza por el uso de la fórmula cíclica, la melodía que se desarrolla en una serie de amplios períodos, el cuidado constante de la modulación y un cromatismo bastante acusado. Esta música expresiva, de real nobleza y que traduce con sinceridad las aspiraciones de un alma radiante, es el legado que Franck nos dejó.

La música colorida y encantadora de Jules Massenet

Jules Massanet

¿Les gustaría aprender sobre Jules Massenet? ¡A mí me encanta su música! Este talentoso compositor nació en Montbard en 1842 y, aunque ganó el prestigioso premio de Roma en 1863, tuvo que esperar hasta los años 80 para cosechar sus mayores éxitos.

Antes de adentrarse en el arte dramático, Massenet compuso bellísimas suites de orquesta, como las Scènes pittoresques, y un impresionante oratorio llamado Marie-Madeleine, que trajo de Italia. ¡Este chico era un verdadero prodigio!

Entre sus obras más conocidas encontramos Hérodiade (1881), Manon (1884), el Cid, Esclarmonde, Werther (1893), Thais (1894), La Navarraise, Grisélidis, Le jongleur de Notre-Dame (1904) y Don Quijote (1910). ¡Wow, cuántas obras maestras!

Pero a pesar de su gran talento, Jules Massenet tuvo sus detractores. A muchos les parecía que su música era demasiado sentimental y que a veces parecía forzado el deseo de seducir al público. Sin embargo, a mí me parece que su música es encantadora y tiene mucho color. Además, no podemos negar que fue un innovador y tuvo muchos hallazgos dramáticos que lo convierten en un compositor muy interesante.

No se pueden perder su música de escena para Les Erinnyes, las Scènes hongroises, napolitaines et alsaciennes para orquesta, y su espectacular Requiem a 8 voces.

¡Conoce a dos compositores franceses que cambiarán tu perspectiva musical!

Vamos a hablar sobre dos compositores independientes, Edouard Lalo y Emmanuel Chabrier. Aunque ambos son franceses, su temperamento musical es muy diferente.

Lalo, nacido en Lille en 1823 y fallecido en 1892, fue alumno de Habeneck y revolucionó el lenguaje musical con su ópera Fiesque en 1867. Aunque su ballet Namouna (1882) y su ópera cómica Le roi d’Ys (1876, estrenada en 1888) no fueron comprendidos al principio, la sinceridad, el color, el ritmo y el sabor de sus obras maestras aseguraron su éxito. Además, sus otras obras, como la Sinfonia en sol menor (1886), la Rapsodia noruega, la Sinfonía española (1873), el Concierto en fa y el Concierto de violoncello, y sus páginas de música de cámara también fueron fundamentales para el renacimiento de la escuela francesa.

Por otro lado, Chabrier (1841-1894), autodidacta y admirador de Wagner, demostró una libertad de ritmo, un humor y un dramatismo que animaron con nuevo aliento la música latina. Su carrera, marcada por obras para teatro como L’Etoile (ópera bufa, 1877), L’éducation manquée, Gwendoline (1886), Le roi malgré lui (1887), Briséis, y obras para concierto como España («boceto orquestal), Ode à la musique (con coros), la Joyeuse Marche; y obras para piano, como las Pièces pittoresques (Idylle, Scherzo valse, [1881]), los Trois salses romantiques, la Bourrée [1891]) y melodías cuyo carácter burlesco no puede, sin embargo, velar su belleza, fue la de un músico ardiente, a veces picaresco y tierno, de un poeta que ama la vida y cuyo lenguaje sabroso, sutileza de armonía y riqueza de orquestación le conquistaron numerosos adeptos.

¡Ambos compositores son realmente interesantes y vale la pena escuchar su música!

¡Suban el volumen! La emocionante historia del ascenso de la música francesa

Hablemos de la emocionante historia de la música francesa y su ascenso a la cima de Europa. A través de los años, muchos compositores han contribuido a este gran logro, incluyendo a los famosos César Franck, Chabrier y Massenet, quienes fueron seguidores y admiradores de Wagner.

Pero no solo ellos, también hubo muchos otros talentosos músicos que dejaron su huella en la música francesa. Algunos se enfocaron en la música de teatro, mientras que otros prefirieron la música sinfónica o pura. Y claro, hubo algunos que destacaron en ambos géneros, ¡un verdadero talento musical! Así que prepárense para conocer más acerca de la apasionante historia de la música francesa y sus grandes figuras.

Del ballet francés a la ópera: El legado de Léo Delibes

Tenemos algunos nombres interesantes que debemos mencionar, como Ernest Rey, también conocido como Reyer, quien, a pesar de ser un admirador de Wagner, mostró su hermoso temperamento latino en obras como La Statue, Si-gurd y Salammbó. También tenemos a Léo Delibes, quien revivió la forma del «ballet» en Francia con obras como Coppélia, Sylvia y Lakmé.

Además, debemos mencionar a Gustave Charpentier, quien fue alumno de Massenet y creó la obra Louise, una «novela musical realista y punzante» que tuvo un gran éxito. También tenemos a Reynaldo Hahn, autor de óperas cómicas como L’Ile du rêve, La carmélite y Nausicana, así como al talentoso Gabriel Dupont, autor de Antar.

Finalmente, no podemos olvidarnos de los artistas más recientes, como Max d’Ollone, autor de Le retour, L’Arlequin y George Dandin, y Mariotte, quien creó la obra Salomé. ¡Espero que les haya gustado esta pequeña historia de la ópera y la ópera cómica después de la Primera Guerra Mundial!

¡La Opereta! Un género musical que ha hecho reir a muchos compositores en Francia desde la Edad Media.

La opereta, un género que ha tentado a muchos compositores desde la Edad Media en Francia. Y después del Segundo Imperio, ¡no se abandonó!

Primero tenemos al legendario Offenbach, cuya verba y sorprendente facundia le dieron un gran éxito con obras como Orphée aux enfers, La belle Hélène y La grande-duchesse de Gérolstein. Pero también tenemos otros compositores de renombre como Hervé con sus divertidas obras L’oeil crevé, Le petit Faust y Mam’zelle Itouche. ¡Estos nombres te harán sonreír!

Pero la lista sigue y sigue, con nombres como Ch. Lecocq y sus obras La fille de Madame Angot, Giroflé Girofla y Le petit Due, así como E. Aucran con La mascotte y Miss Helyett. ¡Estas obras te harán querer bailar y cantar!

Y no podemos olvidar a Claude Terrasse, contemporáneo de Messiger y alumno de Niedermeyer, quien triunfó en la música bufonesca antes de la Primera Guerra Mundial con obras como Les travaux d’Hercule, le sire de Vergy y Le mariage de Télémaque. Y después de la guerra, ¡siguió sorprendiendo con sus obras!

También tenemos a compositores como Christiné con Phi-Phi, M. Yvain con Ta bouche y Louis Beydts con Moineau [«Gorrion»]. ¡Estos compositores saben cómo hacernos reír y disfrutar de la música!

Descubriendo la influencia del organista de Sainte-Clotilde en la música francesa

Tenemos que hablar sobre la influencia que el organista de Sainte-Clotilde ejerció sobre dos grandes compositores: Duparc y Debussy. Aunque la obra de algunos de sus amigos y colegas, como Alexis de Castillon y A. Coquard, quedaron desconocidas, las melodías de su amigo Henri Dupare renovaron el arte del canto francés. Estamos hablando de canciones como «Chanson triste», «Phydilé», «L’invitation au voyage», «Lamento» y «La vie antérieure». ¿No les parece que estos nombres ya suenan muy poéticos?

Pero hablemos también de otro grande de la música francesa: Vincent d’Indy. Este señor fue alumno de Franck, admirador de Wagner y uno de los más grandes servidores de la música francesa. Además, fundó la Schola Cantorum en 1896, junto con Bordes y Guilmant, y la dirigió desde 1905.

D’Indy era un hombre de carácter y siempre se mantuvo fiel a sus principios. Él iniciaba a sus discípulos en el arte de Bach, Beethoven y Wagner, y les mostraba la necesidad de la religión, la fe en el arte y el desinterés en el oficio. ¿No les parece que esta es una filosofía interesante?

Pero lo más importante es la música que d’Indy creó. Él fue un sabio contrapuntista y siempre cuidadoso del plan de la obra musical, mostrándose como un verdadero arquitecto. Sus obras tienen una lógica de la fantasía, lo que es muy interesante, y demuestran su fervor por el arte dramático.

Entre sus contemporáneos, hay que destacar a Ernest Chausson, quien nos dejó una Sinfonía, un Concierto para piano, violín y cuarteto de cuerdas, un Cuarteto, un Poema para violín y orquesta y una colección de melodías titulada Serres chaudes (Chanson perpétuelle).

¡Olvida a Francia por un momento! Vamos a explorar las escuelas de música no francesas

Vamos a hablar sobre las escuelas musicales que no son francesas. Sí, sí, lo sé, Francia es genial, pero hay otros lugares en el mundo donde también se hace buena música. Durante el siglo XIX, mientras Wagner revolucionaba la música en Europa, otros compositores estaban descubriendo su propia identidad musical en sus países. Los rusos, los españoles, los escandinavos, todos ellos comenzaron a tomar inspiración del folklore de su tierra natal y crearon un sonido único y «nacional». Incluso Italia y Alemania perdieron un poco de su supremacía musical. Pero no se preocupen, esto no significa que la música francesa haya perdido su brillo. De hecho, gracias a estas escuelas, los genios como Claude Debussy y Maurice Ravel fueron influenciados y lograron crear obras maestras.

La escuela rusa

Esta escuela musical nace en el siglo XIX, justo cuando los grandes escritores rusos como Puschkin, Turguéniev y Tolstoi estaban en pleno apogeo literario.

El primer gran nombre que tenemos que mencionar es el de Glinka, quien con su ópera «La vida por el zar» de 1836, abandonó la tradición franco-alemana que había prevalecido hasta entonces en Rusia. Glinka bebió de las fuentes populares eslavas, lo que se refleja en su obra «Ruslány Ladila», una evocación de un cuento de hadas oriental.

Luego tuvimos a A. Rubinstein, un pianista y autor de 6 sinfonías, 5 conciertos de piano, y 19 óperas, incluyendo «El demonio». Y también a A. Dargomyzski, quien fue presidente de la Sociedad rusa de música, y demostró su talento en las óperas «Rassaika» y «El convidado de piedra». Bajo su égida, se constituyó el grupo de los «Cinco», autodidactas que pretendían dar carácter nacional a la música rusa. Los integrantes de este grupo fueron Cui, Balakíriev, Borodin, Rimsky-Korsakof y Mussorgsky.

Entre ellos, tuvimos a César Cui, quien escribió para el teatro y compuso 300 melodías. Aunque se considera el menos dotado, ¡no dejó de hacer su aporte! Su maestro Mili Balakíriev, un científico, fue un sinfonista que dejó una fantasía para piano llamada «Islamey» que es toda una joya.

Alejandro Borodin, quien era profesor de Química, es un evocador de las inmensidades siberianas. Su ópera «El principe Igor» es toda una obra maestra que refleja la mentalidad de los príncipes y de las multitudes eslavas. Y no podemos olvidar las «Danzas polovtsianas», ¡una pieza que seguro han escuchado más de una vez!

N. A. Rimsky-Korsakof, antiguo oficial de marina, era un pintor enamorado de los oros bizantinos, y también un iluminador que conocía la orquesta como nadie. Sus poemas sinfónicos como «Sadko» o «Scheherezade» son verdaderas maravillas.

Pero, ¡el mejor dotado del grupo de los Cinco fue Modesto P. Mussorgsky! Este compositor renunció a la carrera de las armas para dedicarse a la música, y su arte profundamente realista y humano refleja la vida del alma eslava, desde el más humilde campesino hasta el zar. Sus coros para «Boris Godunos» y «Kovanchina» son grandiosos, y sus melodías, poema sinfónico y «Cuadros de una exposición» son una muestra de su talento y de su preocupación por dirigirse al corazón del hombre.

Dejó dos óperas inacabadas, Jovanschina y La Feria de Soróchinetsi, y su obra maestra, la ópera Boris Godunov, ha sido objeto de muchas versiones y revisiones. Su estilo musical es distintivo y único, con su uso de ritmos y melodías folclóricas rusas y su habilidad para capturar la emoción y la profundidad del alma humana.

En resumen, la escuela rusa de música fue un movimiento que buscó crear una música nacionalista rusa, que reflejara la cultura y las tradiciones del pueblo ruso. A través de la obra de compositores como Glinka, Rubinstein, Dargomyzski, Cui, Balakíriev, Borodin, Rimsky-Korsakof y Mussorgsky, la música rusa floreció y se convirtió en una parte importante de la cultura musical mundial.

La escuela española: una combinación de realismo, frescura y aspereza en el lenguaje musical

La escuela española, una corriente musical llena de pasión y melancolía. Su primer artesano fue Felipe Pedrell, quien renovó la música española a través de sus óperas como Quasimodo, Cleopatra y La Celestina.

Pero la escuela española no se queda ahí, también tenemos a Isaac Albéniz, que nos dejó piezas para piano con un sabor único, como Córdoba y La vega, y el poema sinfónico Catalonia. ¡Ah, y fue alumno de nada más y nada menos que Liszt!

Y para completar esta maravillosa escuela, tenemos a Enrique Granados, quien con sus Goyescas, Danzas españolas, zarzuelas y su sonata para violín, nos transporta al alma y región española con refinamiento y pasión.

La música clásica alemana: de la melancolía al colorismo

Seguimos con la escuela germánica, y en particular de un artista que sobresale con mucho arte, ¡Johannes Brahms! ¿Alguno de ustedes ha escuchado alguna vez la música de Brahms? ¡Es un clásico, o mejor dicho, un romántico de la primera manera! Se aparta del drama wagneriano para enriquecer la música sinfónica, la música de cámara y el lied con obras originales donde se abre paso un temperamento melancólico, un poeta sincero y un constructor que posee el arte del desarrollo y de la variación.

Pero después de Wagner y Brahms, ¡dos corrientes se oponen en la escuela germánica! La primera es seguida por autores dramáticos como Humperdinck, Siegfried Wagner, Max von Schillings y otros, mientras que la segunda corriente es liderada por los sinfonistas Anton Bruckner y Gustav Mahler.

Pero hoy quiero hablarles de Richard Strauss, ¡un colorista que ama los efectos de masa! Se muestra discípulo de Wagner en las óperas, y en los poemas sinfónicos de incomparable brillo orquestal se muestra pesimista y admirador de Nietzsche. ¡Es un músico fogoso y dramaturgo de imaginación sorprendente!

También quiero mencionar a Hugo Wolf, ¡un alma apasionada que escribió lieder sobre versos de Goethe y de Moerike! La música de Wolf es profunda y contiene páginas de soberana belleza.

¡Y eso no es todo! También hay otros artistas como Max Reger y Hans Pfitzner que son importantes dentro de la escuela germánica. Así que si quieren conocer más sobre la música clásica y la escuela germánica.

La increíble música de Giuseppe Verdi y sus amigos italianos

Verdi

La escuela italiana, y en particular de un nombre que resalta: Giuseppe Verdi. Nacido en Milán en 1813 y fallecido en 1901, ¡este hombre creó algunas de las óperas más increíbles de todos los tiempos! Desde Oberto hasta Aida, pasando por Rigoletto, Il Trovatore y La Traviata, ¡Verdi renovó la fórmula de la ópera italiana! Pero no se detuvo ahí, ¡evolucionó e inspiró su arte en Wagner, colaboró con Boito y Ghislanzoni y terminó con el drama lírico más vigoroso, Otello, y la comedia lírica más personal, Falstaff!

¡Y eso no es todo! Su amigo A. Boito también fue un poeta de talento que escribió los libretos de Otello y Falstaff, y también compuso la música de Mefistofele y Herome. ¡El movimiento «verista» también tuvo a grandes compositores como Leoncavallo, Puccini y Mascagni, que nos dejaron joyas como Pagliacci, La bohème, Tosca, Madame Butterfly, Cavalleria Rusticana y Nerome!

Pero también hay otros artistas como F. Busoni, quien vivió principalmente en Alemania y creó obras como Turandot, y L. Perosi, compositor de oratorios y música religiosa.

Viajemos juntos por Europa: descubriendo la música escandinava y más allá

¿Están listos para un viaje musical por Europa? ¡Empecemos por Escandinavia! En el siglo XIX, Noruega nos trajo a Edvard Grieg, quien capturó la belleza de su país y las danzas de su gente en su música. Y no podemos olvidar a Finlandia y Jan Sibelius, cuya música evocadora y poderosa nos lleva a un viaje emocional a través de sus siete sinfonías.

¡Pero espera, hay más! En Bohemia, Antonin Dvorak nos trajo las Danzas Eslavas y otras obras inspiradas en las canciones populares checas, mientras que Federico Smetana fundó una escuela «nacional» y creó obras como «La Novia Vendida» de noble inspiración. También tenemos a Z. Fibich, L. Janacek, J. Suk y V. Novak, quienes encontraron su inspiración en la naturaleza y las canciones eslovacas.

Por último, ¡no podemos dejar de mencionar la escuela belga! P. Benoit, J. Block y E. Tinel son algunos de los coloristas que nos dejó esta escuela. Desde cantatas hasta óperas espirituales y música religiosa, estos compositores nos dejaron obras impresionantes que te transportarán a través de su rica historia musical.

Fauré y Debussy: Dos poetas musicales del siglo XX

Terminamos hablando sobre la emocionante época de la Escuela Francesa y el declive del romanticismo. En el comienzo del siglo XX, dos nombres sobresalen en la música francesa: ¡Fauré y Debussy! Estos dos poetas musicales brillan con luz propia y aplican una estética diferente, pero ambos comparten el esfuerzo de alejarse del romanticismo y renovar la tradición clásica de los siglos pasados. Así que prepárense para sumergirse en una época llena de creatividad y exploración musical en Francia.

¡Fauré, el genio francés de la música!

Fauré

Gabriel Fauré, un compositor francés nacido en Pamiers en 1845 y fallecido en 1924. Fauré fue alumno de Saint-Saëns en la escuela de Niedermeyer y se desempeñó como organista en Rennes y París. Después de visitar Weimar, Munich y Colonia para empaparse de la música de Wagner, Fauré comenzó a escribir música de cámara. Aunque no era un gran admirador del teatro, se convirtió en organista de la Madeleine y profesor de composición en el Conservatorio de París en 1896 y posteriormente llegó a ser el director de la institución en 1905.

La música de Fauré es diversa y única, y aunque se impuso lentamente en Francia, en el extranjero se le recibió con cierto retraso. Sus obras religiosas incluyen una brillante Messe basse para voces femeninas y un Requiem (1887), una obra serena que nos lleva a regiones desconocidas con pocos recursos y una escritura simple. Fauré también escribió colecciones de melodías, incluyendo La bonne chanson, La chanson d’Eve, Le jardin clos, Mirages y L’horizon chimérique. Escritas sobre versos de grandes poetas como Verlaine, Samain, Mendès, Richepin, H. de Régnier, la baronesa de Brimont y La Ville de Mirmont, cada una de ellas encierra una belleza secreta.

Fauré también es conocido por sus 13 Nocturnos, 13 Barcarolas, Impromptus, Preludios y un Tema y variaciones, destinados al piano, para el cual tuvo un genio semejante al de Chopin. La música de cámara de Fauré incluye dos sonatas para piano y violín, dos quintetos, dos cuartetos con piano, un trío y dos sonatas para piano y violoncello, instrumento que le inspiró una elocuente Elégie. También compuso música para el teatro, incluyendo la música de escena para Caligula, Shylock, Prometeo (1900) y su obra maestra, Pénélope (1913). Para las voces, escribió el Cantique de J. Racine y una oda para coro y orquesta: La Naissance de Vénus. Además, su Cuarteto de arco póstumo sigue siendo una de las páginas maestras de la música francesa de cámara.

La música de Fauré es una combinación de arquitectura sólida y líneas envolventes. Escribió de forma infinitamente plástica, preocupándose por evocar y sugerir más que por expresar pensamientos con una luz demasiado cruda. Sus encadenamientos armónicos a veces proceden del gregoriano y súbitamente arrastran de un tono a otro. Su arte sutil de la modulación es equilibrado y clásico, y velan apariencias imprecisas, voluptuosas y hasta sensuales, pero totalmente proporcionadas. Su arte es claro, de gracia griega, y tiene un sentido del contrapunto que se va afirmando con los años.

El genio rebelde: Claude Debussy y su revolución musical

Debussy

El gran compositor francés, Claude Debussy. Nació en Saint-Germain-en-Laye en 1862 y murió en 1918, pero su música sigue siendo relevante hoy en día. Ahora, algunos de sus profesores, como Marmontel, Durand, Bazille y Lavignac, no lo entendieron completamente, pero eso no detuvo a Debussy de convertirse en un compositor innovador.

Después de viajar a Rusia en 1879, descubrió la música de Mussorgsky y Borodin, lo que lo inspiró a crear su propia música única. Aunque sus piezas para piano, como Arabesques, Suite bergamasque y Petite Suite, no fueron muy populares en su tiempo, su Cuarteto y Prélude à l’après-midi d’un faune demuestran su gran talento y estilo distintivo.

Debussy se inspiró en poetas simbolistas y pintores impresionistas para crear una nueva forma de música que representara sensaciones e imágenes. Su obra maestra para orquesta, La mer, y otras piezas como las Trois nocturnes para orquesta y Chansons de Bilitis, causaron controversia en su época, pero hoy en día son apreciadas como obras maestras.

En lugar de encontrar melodías, Debussy creó atmósferas tonales y armónicas sutiles y misteriosas con su técnica innovadora de escalas por tonos enteros y una gran variedad de armonías. Él liberó a la música del sello wagneriano y revolucionó la música europea.

Maurice Ravel: El independiente maestro de la música francesa

los líderes de la escena musical francesa en las guerras mundiales. ¿Están listos? Fauré y Debussy son los padres fundadores de la música francesa moderna, pero ¡eso ya lo sabíamos! Lo interesante es que Ravel y Schmitt son discípulos de Fauré, mientras que Roussel es un transfuga de la Schola. ¡Increíble! Estos cuatro maestros crecieron bajo la influencia de Fauré y Debussy, pero su arte evolucionó en diferentes direcciones.

Paul Dukas, un arquitecto que construye con perfección, firmeza y rigor, nos dejó poco, pero lo que nos dejó es de elección. Su enseñanza como profesor de composición en el Conservatorio desde 1912 ejerció una profunda influencia en la generación posterior a la guerra. Su Sinfonía en do mayor es magnífica, pero el Scherzo es el que hace temblar al mundo entero. ¡Se llama L’apprenti sorcier [«El aprendiz de brujos] y es asombroso! También escribió dos obras maestras para piano: la Sonata en mi bemol menor y las Variations sur un thème de Rameau; contribuyó al teatro con Ariane et Barbe-Bleue (1907) y el poema coreográfico La Péri (1912). ¡Este tipo lo hizo todo!

Maurice Ravel, por otro lado, se destacó por ser independiente y mostrar su espíritu e ironía en su música. Escribió obras maestras como Jeux d’eau (Surtidores), Miroirs, Sonatine, Gaspard de la nuit (Gaspar de la noche), Ma mère l’oie, Valses nobles y sentimentales, Le tombeau de Couperin y dos Conciertos, uno de ellos para mano izquierda. Pero lo que realmente lo hizo famoso fue su obra coreográfica. L’heure espagnole («La hora española») conquista con su verba, su color y su claridad (1907), Daphnis et Chloé con la suntuosidad de la instrumentación y el lirismo de la inspiración, y L’enfant et les sortilèges («El niño y los sortilegios») con su novedad y su tierna expresión. ¡Qué artista tan completo!

¡De la oscuridad a la luz! El renacimiento de la música religiosa en Francia.

Cerramos con la música religiosa en Francia. Durante los primeros tres cuartos del siglo XIX, la música religiosa francesa, al igual que la música pura y dramática, se debilitaba en un italianismo teatral. ¡Qué horror! Pero después de Lesueur y Boëly, los últimos representantes del gran arte de Delalande y Grigny, la tradición se interrumpió por un tiempo. Sin embargo, los benedictinos de Solesmes ayudaron al renacimiento del canto llano, y en esta resurrección del sentimiento musical religioso también tuvieron parte Niedermeyer y los alumnos salidos de su escuela.

¡Pero no todo está perdido! Los nombres de Saint-Saëns, Fauré, C. Franck, Gounod y d’Indy nos hablan de la evolución seguida por la música religiosa desde hace medio siglo. Además, no podemos olvidar las obras de importancia y valor desiguales de Théodore Dubois, Samuel Rousseau, Massenet y Bordes, de los alumnos de Franck, como de Bréville y Guy de Lioncourt, y las obras más recientes de Schmitt, Roussel, Honegger y muchos otros.

¡Pero eso no es todo! No podemos olvidar los motetes y misas de ciertos maestros de capilla, como Monseñor Perruchot, F. de la Tombelle, Saint-Requier, De Ranse, P. Berthier, P. Le Flem, A. Gastové y J. Samson. ¡Y qué tal las obras de inspiración religiosa dejadas por artistas desaparecidos pronto, como André Caplet y Lili Boulanger!

La joven escuela francesa ha continuado por este camino y ha dado frutos maravillosos, como el oratorio de Ermend Bonnal (Poèmes franciscains), las Liturgies intimes (misa) de Tomasi, el oratorio de Jean Françaix (L’Apocalypse), el Requiem de Duruflé, los motetes de J. Lenglais y J. Alain, las Stances de la Virge y Le chemin de la Croix de E. Damais, Le mystère des Saints Innocents de H. Barraud, el Salmo LVI y el Requiem de J. Rivier, el Salmo CXXXVI de J. Martinon y muchas otras obras increíbles.

Finalmente, no podemos olvidar al belga Lemmens, quien dio vuelo a la escuela contemporánea de órgano. Sus discípulos Ch. M. Widor, A. Guilmant y C. Loret, formaron a grandes organistas como Louis Vierne, Ch. Tournemire y Ermend Bonal, entre otros. ¡Vaya pedazo de legado musical!