¿Qué tal mis amigos amantes de la música? Hoy vamos a hablar sobre cómo la religión cristiana se metió en el mundo de la música y cómo eso creó una batalla entre el éxtasis espiritual y el placer sensual para nuestros oídos.
A lo largo de diez siglos, Roma estuvo dominando el mundo y, durante ese tiempo, la música cristiana se convirtió en una gran corriente musical. Pero no podemos olvidar la música popular que se mezclaba con la danza y los instrumentos, dando lugar a algunas situaciones un poco escandalosas.
Pero entonces la Iglesia decidió tomar medidas para purificar la música y alejarla de todo lo que pudiera considerarse obsceno. Y así nació el canto monódico, que aunque un poco tímido al principio, llegó a su apogeo en el siglo VIII junto con el gran movimiento del Renacimiento feudal en Occidente.
Pero eso no fue todo. Durante los siglos IX al XIV, en Occidente nació y se desarrolló un nuevo lenguaje musical llamado música polifónica. ¡Fue una época privilegiada, mis amigos! Dos artes nacieron y crecieron juntas para crear un futuro rico.
Pero todavía había un conflicto entre la música religiosa y la música popular. Del siglo IX al XVI, en Occidente se conservaron dos tipos de música monódica: el canto religioso o gregoriano de los monjes y sacerdotes, y el canto profano, popular entre el pueblo, trovadores y troveros. ¡Qué lío, pero qué bueno que la música siempre encuentra su camino!
El canto gregoriano
El canto gregoriano: origen y desarrollo
La música cristiana, una tradición que se originó en las iglesias de Jerusalén, Antioquía, Efeso, Corinto, Alejandría, Cartago, Nápoles y Roma a finales del siglo I y durante el siglo II. ¿Adivinan de dónde viene esta música? Pues de la fusión de las tradiciones judías y paganas, ¡tal cual! Las influencias vienen de todas partes: Siria, Egipto, Grecia, Roma, África y hasta de los celtas.
El canto gregoriano se desarrolló a partir de tres formas de canto: el canto de los salmos, el canto de las letanías y el canto del Gloria in excelsis. San Pablo ya mencionaba esta música cristiana puramente vocal en tiempos de los Apóstoles. La liturgia originalmente se dividía en dos asambleas, la partición del pan y una reunión para el rezo, que luego se fusionaron en una sola, la misa.
Para mantener el carácter religioso de los cantos, se inventó la antífona, que es esa frase musical que precede y termina el salmo y atrae la atención de los fieles sobre las palabras donde se expresa la idea religiosa del sacrificio. Los apóstoles y obispos cuidaron de que los cantos mantuvieran su esencia religiosa y no se convirtieran en gozo sensual, ¡un peligro para la Iglesia en los siglos III y IV!
La invención de la antífona ayudó a evitar que la música se desviara de su objetivo religioso, lo que además trajo dos consecuencias interesantes: nuevos temas que la voz se dedica a adornar (como el introito, ofertorio, comunión y el Sanctus) y nuevos métodos que rigen el canto de los fieles. Se tiende a la antifonía, es decir, a la alternancia de dos coros que se responden.
Este movimiento antifonista nació en Antioquía y fue propagado en Occidente por San Ambrosio. De ahí se constituyeron dos coros, uno de fieles y otro de jóvenes clérigos. Y como siempre ha pasado en la historia de la humanidad, el latín en Occidente y el griego en Oriente eran las dos lenguas más extendidas, aunque también se recuperaron lenguas indígenas como el siriaco, copto y armenio en muchas iglesias. ¡La música cristiana tiene una historia fascinante!
La historia del canto gregoriano: de la tradición oral a la resurrección del siglo XIX
En un principio, el canto gregoriano era la bomba, pero luego, con la introducción del pentagrama, algunas de sus chuladas se perdieron en la nada. Además, cuando se empezó a acompañar la música y se introdujo la polifonía, la cosa ya no fue tan fresca y flexible como antes.
La tradición oral se fue deformando poco a poco y los manuscritos originales se interpretaron como les dio la gana. La música proporcional y el ritmo acompasado también fueron haciendo mella en el canto gregoriano, que se fue debilitando como la música de ascensor.
Para intentar arreglar las cosas, el Concilio de Trento hizo una edición llamada «de los Médicis», pero no tuvo mucho éxito. Fue a finales del siglo XIX cuando los benedictinos de Solesmes se pusieron las pilas y se dedicaron a buscar los manuscritos más auténticos y antiguos para recuperar la esencia del canto gregoriano en su forma más pura.
Dom Guéranger, dom Pothier y dom Mocquereau fueron los cracks que lideraron la tarea de devolver la vida al canto gregoriano. Finalmente, el papa Pío X tuvo que intervenir con su Motu proprio del 22 de noviembre de 1903 para que la Iglesia recuperara la unidad de doctrina en el canto.
Aunque cincuenta años después hubo críticas a las teorías de los monjes de Solesmes, no podemos negar que su trabajo fue clave en la resurrección de una melodía que, por su frescura, flexibilidad, esplendor y variedad rítmica, es considerada una de las obras maestras de la plegaria cantada. ¡Viva el canto gregoriano!
La esencia diatónica del canto gregoriano
Como saben, en el Oriente eran unos artistas, adoptaron los géneros diatónico, cromático y enharmónico, mientras que Occidente se quedó con el diatónico para la música religiosa. ¿Y qué obtuvieron? ¡El canto gregoriano! Que, aunque es esencialmente diatónico, tiene tantos modos diferentes como notas en la escala. ¡Una locura!
El canto gregoriano es todo un viaje modal. Y no me refiero al modo de transporte, sino a la modalidad, chicos. Cada nota de la escala melódica puede ser punto de partida para una nueva escala, lo que resulta en una riqueza modal de infinita variedad. ¿Qué más pueden pedir? ¡Eso es diversidad musical, amigos!
Ahora, hablemos de los modos gregorianos. Los relacionados con el sistema griego se reducen a cuatro, llamados modos authentes o auténticos. Y por alargamiento de una cuarta hacia la grave, dieron nacimiento a cuatro modos derivados que se llamaron plagales. ¿Sencillo, no? Bueno, quizás no tanto, pero cada uno de estos tonos se caracterizaba por la nota final hacia la cual tendía todo el modo. ¡Genial!
¡Y no nos olvidemos de la notación! Esta es la parte interesante. La notación primitiva del canto gregoriano se basa en neumas, conjuntos de puntos, acentos y signos para representar un contorno melódico. Pero para facilitar la lectura de los manuscritos enigmáticos, un copista de genio introdujo una línea horizontal roja para representar un sonido fijo: el fa. Y luego, se agregaron líneas amarillas para el do y el la, ¡para que la cosa fuera más fácil!
¿Y las notas? Ahí es donde entra la leyenda. Se dice que Guido d’Arezzo inventó las notas, pero no es cierto. Los monosílabos do, re, mi, fa, sol y la fueron tomados de las primeras sílabas de los seis primeros hemistiquios del Himno a San Juan. El si no se designó hasta el siglo XVI, y se transportaba de un tono a otro el conjunto de las seis notas o hexacordio que contenía un si. ¡Un complicado sistema de mudas o mutación de un hexacordio por otro, llamado de solfeo, fue utilizado durante toda la Edad Media!
¡Así que ahí lo tienen, amigos! La música gregoriana no es solo un conjunto de cantos religiosos diatónicos, es toda una aventura modal y de notación. ¡No se pierdan el próximo capítulo de «El increíble mundo de la música»!
Explorando las diferentes formas del canto gregoriano
Estas melodías son monódicas, lo que significa que se cantan en una sola voz, lo que dio lugar a dos géneros: el recitativo o canto salmodiado y el canto melódico o adornado.
Ahora, hablemos de los grupos en los que se pueden dividir estas monodias. Primero, tenemos las antífonas que son fórmulas melódicas siempre asociadas a un salmo. Luego, los responsorios que son muy adornados. Y por último, los cantos del ordinario de la misa que son para dos coros alterados (estilo de la antífona).
Pero no podemos olvidar las secuencias, vocalizaciones parafraseadas de aleluyas, popularizadas por Notker el Tartamudo en el siglo X. Sobre ellas se adaptaban palabras a veces ritmadas, y así nacieron los tropos, desarrollos ritmados que se intercalaban con palabras y música en un canto ya existente, especialmente en los cantos de la misa.
Y por último, tenemos los himnos y las prosas medidas y rimadas de Adam de Saint-Victor y sus discípulos. ¡Así que animo a todos a estudiar estas diversas formas y a disfrutar de la belleza y la profundidad de este arte musical!
Ahora, hablemos del ritmo libre del canto gregoriano, que es su esencia. A diferencia de la música mensurata, no está sujeto a ninguna medida precisa, y su carácter esencial es el de ser un recitativo perpetuo. No hay tiempo fuerte ni tiempo débil, sino que el ritmo es libre y está unido, despojado de toda sujeción.
Pero a pesar de su carácter libre, el canto gregoriano presenta cierta regularidad y procedimiento. La frase gregoriana, realzada por el acento latino breve, espiritual y alerta, está libre de toda traba material y se impone por su fluidez y su línea ondulante.
¡Y ahora, amigos, hablemos de la interpretación de esta melodía! ¡Han surgido varias teorías por parte de expertos en canto gregoriano! Algunos historiadores incluso afirman que ciertos himnos y prosas cantados por la multitud eran medidos y progresaban siguiendo un ritmo ternario. ¡Así que, amantes de la música gregoriana, sigan explorando y disfrutando de este arte musical tan fascinante!
Música profana
El origen común del canto monódico y la música secular
¡La música secular: una historia de fiesta y diversión!
La música secular, también conocida como la música del pueblo, tiene una relación interesante con el canto gregoriano de la iglesia. De hecho, ¡podemos decir que son primos lejanos en el árbol genealógico de la música! Ambos comparten modos, fórmulas y ritmos, lo cual es una prueba de que la música siempre ha sido un juego de influencias y préstamos.
A medida que la música secular se fue desarrollando, se adaptó a diferentes públicos. A veces era para el pueblo llano y otras veces para los grandes señores, y en consecuencia, la música presentaba variaciones en su forma y fondo. En algunos casos, se empleaban palabras en lengua vulgar para darle un toque de frescura y cercanía al público, en especial en las prosas y antífonas.
¡Pero eso no es todo! El teatro fue el gran aliado de la música secular. De hecho, el arte religioso influyó mucho en el arte secular, especialmente en el teatro. Aquí, el canto popular se desarrolló a partir del canto gregoriano y, como éste, se transmitió oralmente y sufrió algunas deformaciones. A diferencia de los monjes copiando los manuscritos del canto gregoriano, la música popular encontró pocos escritores dispuestos a fijar definitivamente por escrito las canciones de diversión y baile.
Derivada del canto gregoriano, se ha ido adaptando a diferentes públicos y situaciones, y ha influido en diferentes formas de arte, especialmente en el teatro. Y aunque en su origen fue considerada frívola, hoy sabemos que la música popular es un tesoro que debe ser valorado y preservado.
La canción popular como precursora de la canción de parranda y de danza en la Edad Media
¡Amigos! ¿Están listos para hablar de la canción popular en la Edad Media? Pues prepárense para un viaje a través del tiempo, ¡porque esta historia es fascinante!
Todo comenzó en la Iglesia, donde la canción popular tomó su forma original. Pero, no fue hasta que llegó al teatro que realmente comenzó a despegar. Durante las representaciones de misterios, los actores simplificaban los himnos y secuencias, ¡agregándoles pasajes en lenguaje común! ¡Sí, así como lo oyen! Y de ahí surgió la música ritmada que conocemos hoy en día.
Estos cantos eran transmitidos oralmente y, como el texto no estaba en prosa sino en verso, su melodía se modificaba constantemente. Y, para ajustar la música a una estructura más rígida, nació la música mesurada.
¡Pero eso no es todo! La cantilena popular, que todavía se desarrollaba en ambiente gregoriano, dio paso rápidamente a la canción de parranda, la canción de danza, la canción de amor, ¡y hasta las pastorelas! Sí, esas canciones de estructura ingenua que los trovadores utilizarían en el siglo XIII con mayor sabiduría.
Así que, amigos, la canción popular fue el precursor de todas las canciones de fiesta y baile que tanto amamos. ¡Gracias, Edad Media, por darnos tanta diversión musical!
La difusión de la música trovadoresca por juglares y ministriles
¡Vaya, vaya, vaya, amigos! Parece que tenemos aquí un relato digno de una película de época. Resulta que los grandes señores franceses en el Mediodía y en el Norte del Loire se pusieron creativos con la música popular y el canto gregoriano para dar vida a la música trovadoresca. Estos trovadores y troveros eran unos poetas de versos y sonidos que se la pasaban improvisando en una forma de tropo, en la que el ritmo musical estaba al servicio del texto y su prosodia. Hablaban de sus damas, le rendían homenaje al soberano, se jactaban de su tierra natal y alababan a Dios, y todo en lengua vulgar y en latín. Y estos poetas de la música eran divulgados por juglares y ministriles que se hacían acompañar con arpas, zanfonías y órganos portátiles. Hasta los burgueses refinados contribuyeron con la difusión de esta música.
Pero eso no es todo, ¡amigos! Resulta que la escuela de poetas de Artois, liderada por el gran Adam de la Halle, también tuvo su momento de fama a finales del siglo XIII. Y en Alemania, los Minnesaenger se destacaron en las canciones de amor, con una forma cuidada y rigurosa. Y no podemos olvidar a los Meistersinger del siglo XIV, que recogieron la herencia de los cantantes anteriores, pero con un estilo más popular y canciones más lentas y religiosas que anticipaban el coral luterano. ¡Qué locura, amigos! La música trovadoresca fue la sensación en la Edad Media y se escuchaba en todos lados gracias a estos poetas musicales y sus fieles juglares y ministriles.
La relación entre poesía y música en la Edad Media
¡Hablemos de poesía y música, amigos! En la Edad Media, los trovadores y troveros nos dejaron un legado musical y poético que sigue inspirando a artistas de todo el mundo. Pero, ¿cómo componían estos artistas? ¿Versos primero o música primero? ¿Qué teoría te parece más convincente?
También hay un debate sobre cómo clasificar estas canciones. ¿Por su estructura musical y origen, o por su significado y género? Tenemos canciones de gesta, de amor, de carácter moral, político o satírico, entre otros. ¡Y no olvidemos las canciones con estribillo, sin estribillo, con estribillos diferentes para cada estrofa y de forma fija!
La música de los trovadores y troveros era acompañada por instrumentos como el arpa, la zanfonía o el órgano portátil. Estas canciones fueron difundidas por juglares y ministriles, y tuvieron un gran impacto en la poesía y en el desarrollo de la música occidental.
¿Cuál es tu canción favorita de los trovadores y troveros?
¡Vamos a hablar de la fiesta medieval más importante: la relación entre poesía y música! ¿Componían los trovadores y troveros los versos y la música al mismo tiempo? Algunos dicen que sí, ya que la precisión de la adaptación parece un trabajo de magia. Pero la pregunta es, ¿cómo clasificar estas canciones? ¿Por estructura musical o por género? ¡Hay tantos géneros como canciones de gesta, dermatológicas, pastorelas, albas, de amor y de carácter moral, político o satírico! Th. Gérold dice que deberíamos clasificarlas en canciones con estribillo, canciones con estribillos diferentes para cada estrofa, canciones sin estribillo y canciones de forma fija. Pero F. Gennrich dice que deberíamos agruparlas según su origen, derivadas de la letanía, rondó, secuencia y himnos. ¡Ay, madre mía, qué lío!
Pero vamos a lo importante, ¿cómo se escribían estas melodías? P. Aubry y J. Beck intentaron explicar el sistema de notación cuadrada utilizado en estas canciones. La música profana tenía que estar en sintonía con el verso, por lo que los trovadores y troveros se aprovecharon de ciertos himnos gregorianos y modelaron sobre los modos trocaico, yámbico y dactílico de los versos antiguos un sistema de fórmulas rítmicas o de modos musicales. ¡Qué genios! Pero todavía estamos intentando resolver la interpretación de estas fórmulas.
Los trovadores y troveros no tenían miedo de introducir alteraciones en su texto musical y no retrocedían ante la sensible. ¡Eran rebeldes, sí señor! Su preparación para el advenimiento de la música mesurada y su capacidad para crear formas musicales nuevas y atrevidas influyeron en el desarrollo de la música occidental. Y gracias a ellos, la tonalidad moderna del modo mayor se convirtió en una estrella de rock. ¡Olé por los trovadores y troveros!
La influencia del teatro en la música medieval y su legado en la música occidental.
¡Hey hey! ¡Hablemos sobre la influencia del teatro en la música medieval y su legado en la música occidental! ¿Estás listo?
Pues sí, mi gente, en el teatro de la época medieval, la música popular y las canciones de los trovadores y troveros estaban presentes y eran muy importantes. Desde dramas litúrgicos hasta juegos y misterios, la música se fue convirtiendo en una parte cada vez más esencial de la experiencia teatral.
La pastoral de Adam de la Halle, Jeu de Robin et de Marion, es una verdadera joya de la música medieval que nos lleva a finales del siglo XIII y que incluye todos los aires de danza y francachelas de la época. ¡Esto era una fiesta en toda regla!
Los misterios también eran una parte importante del teatro medieval y continuaron con la tradición de los coros de ángeles y demonios, las quejas y las lamentaciones, como la de María Magdalena en el Sepulcro o la de Raquel en la degollación de los Inocentes, y hasta canciones satíricas. ¡No había nada que estos dramaturgos medievales no incluyeran en sus obras!
En definitiva, la música medieval y su legado en la música occidental se ven muy influenciados por el teatro. ¡Así que agradecemos a los dramaturgos y músicos de la época por darnos tanta alegría!